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Hermandad de la Soledad

REAL, MUY ILUSTRE, ANTIGUA Y NOBLE COFRADÍA DE NAZARENOS DE NUESTRA SEÑORA EN LA CONSIDERACIÓN DE SUS ANGUSTIAS Y SOLEDAD, DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LA PAZ, DEL SANTO ENTIERRO DE NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO Y DEL DULCE NOMBRE DE JESÚS

Sede Canónica  Iglesia de Nuestra Señora del Carmen

Hermano Mayor  D. Francisco Rodríguez Rodríguez

Año de fundacion  1492

Número de Hermanos  742

Túnica del cuerpo de Nazarenos  Túnica blanca, capa negra con el escudo de la hermandad sobre el hombro izquierdo, fajín en terciopelo negro con s y clavo coronados bordado en oro y capillo en terciopelo negro con ribete blanco.
Guantes y calzado negro.

Su paso procesional calza  30 costaleros paso de la Quinta Angustia, el Cristo Yacente no lleva costaleros, va sobre ruedas, y el paso de la Virgen 35 costaleros.

Día salida procesional  Sábado Santo

Fotografía: LUXE

QUINTA ANGUSTIA

Representa el momento en que María recibe en su regazo el cuerpo de su hijo una vez que ha sido descendido de la cruz, junto a ella se encuentra Juan, el discípulo amado.

Paso con talla barroca de madera de caoba en su color con aplicaciones en plata de ley.

Es de madera de caoba brasileña con carpin­tería de José Rosado realizado en 1992 y talla­do por Francisco Palos Chaparro, de Puente Genil, entre 1993 y 1996. Tiene cartelas, esqui­neras y crestería en plata de ley diseñadas y ejecutadas por Alfonso Martín en el año 1999.

Alumbrado por cuatro faroles en plata ejecu­tados por Damián de Castro hacia 1760.

Las sagradas imágenes del Santísimo Cristo de la Paz, María Santísima de las Angustias y San Juan Evangelista fueron gubidas por Rafael Amadeo Rojas, las imágenes de Cristo y su Santísima Madre procesionaron por pri­mera vez en 2008 y la de San Juan dos años después. Estas imágenes vinieron a sustituir desde ese año al antiguo grupo escultórico que hasta entonces procesionaba la her­mandad. Este grupo formado por Jesús en brazos de su Madre y el discípulo amado es una magnífica obra de hacia 1500 atribuido a

Jorge Férnandez Alemán y se completaba con las imágenes de Santa María Magdalena, José de Arimatea y Nicomedo, figuras añadidas al grupo central durante el siglo XVIII.

El misterio se completa con la cruz de ma­dera recubierta de carey e inscrustaciones y casquetes de plata del siglo XVIII y autor anó­nimo, sobre la que pende la sábana que sirvió para el descendimiento y en la que apoyan dos escaleras de madera dorada ejecutadas también en el siglo XVIII.

Suele adornarse con flores en tonos rojos y morados.

Fotografía: LUXE

SANTO ENTIERRO

Se nos presenta el cuerpo sin vida de Jesús depositado en el sepulcro, no en la fría piedra sino en un rico joyero como Rey de Reyes.

Sobre catafalco neoclásico realizado en el si­glo XIX, en el que se insertaron tres cartelas con escenas de la Pasión de Nuestro Señor procedentes de un trono anterior, salidas de la mano de Pedro Duque Cornejo y realizadas en el primer tercio del siglo XVIII, se sitúa la urna que contiene la Sagrada Imagen del San­tísimo Cristo Yacente.

La figura del Santísimo Cristo es una intere­sante escultura con reminiscencias góticas, de ahí su arcaicismo, y hay que remitir su eje­cución a finales de siglo XIV o comienzos del XV. Es sin lugar a dudas la imagen más anti­gua que procesiona en nuestra ciudad.

La figura de Cristo se sitúa en el interior de una magnífica urna de madera recubierta de carey e inscrustaciones de plata. Esta fue rea­lizada en el año 1711 por el sevillano Cristóbal de Yepes, como consta en el pergamino que se encontró en el interior. Las inscrustaciones de plata pueden datarse en torno al año 1734 y fueron labradas por el ecijano Cristóbal de Valenzuela y Carpio, que además era miem­bro de la junta de gobierno de la Hermandad.

Se alumbra con cuatro faroles en plata del ley de Damián de Castro que completan, junto a los que procesionan en el paso de la Quinta Angustia, los ocho que posee la hermandad. Todos ellos, que como puede observarse en fotografías de principios del siglo XX que po­see la hermandad, formaban parte del anti­guo paso procesional del santo entierro de nuestro señor.

En las esquinas del catafalco se sitúan las magníficas figuras de los cuatro evangelistas, verdaderas obras de arte salidas de la mano de Pedro Duque Cornejo a mediados del siglo XVIII.

El paso se completa con los faldones en ter­ciopelo negro con bordados de aplicación realizados por el ecijano José Luis Asencio, que fueron estrenados en el año 1988.

Normalmente su exorno floral esta formado por iris o jacintos en tonos morados y flores con tonos dorados en las esquinas.

Fotografía: LUXE

NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD

La inmensa soledad de María se nos muestra como la visión apocalíptica de San Juan: “un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.”

La Sagrada imagen de nuestra Señora de la Soledad procesiona en un paso dorado al es­tilo ecijano.

Nuestra Señora es una obra anónima de principios del siglo XVIII, si bien se atri­buye con mucho fundamento a las manos de Pedro Duque Cornejo, del que existe cons­tancia documental de varios trabajos realiza­dos para la Hermandad desde el año 1733.

Nuestra Señora se adorna con un magnífico ajuar de plata compuesto por ráfaga, corona y media luna, piezas verdaderamente excep­cionales que fueron ejecutadas por el cordo­bés Damián de Castro en el siglo XVIII.

Porta en sus manos la corona de espina y los tres clavos igualmente en plata y el sudario que envolvió el cuerpo de Nuestro Señor.

Alterna en sus salidas dos sayas una en ter­ciopelo negro con bordados en plata y otra en

tisú de plata con bordados en oro, que fue­ron ejecutadas por Emilio Gómez Moreno en 1999, la primera y 2006, la segunda. Tradicio­nalmente el Sábado Santo Nuestra Señora se cubre con un manto negro liso y mantilla negra, no obstante, posee dos mantos de vis­tas bordados, ambos sobre terciopelo negro, uno bordado en plata por Emilio Gómez Mo­reno en el año 2000 y otro ejecutado por el mismo autor reutilizando unos magníficos bordados del siglo XIX, terminado en 2006.

Nuestra Señora de la Soledad luce cada Sába­do Santo sobre su pecho la medalla de oro de la Ciudad de Écija, desde que en el año 1998 le fuera impuesta por el entonces Alcalde, tras el acuerdo unánime de todos los ediles que formaban el Excelentísimo Ayuntamien­to de nuestra ciudad.

Se sitúa sobre una alta peana dorada en la que aparecen numerosas cabezas de queru­bines, que se atribuye a las manos de Pedro Duque Cornejo en los comienzos del siglo XVIII.

A los pies de los esbeltos candelabros que alumbran a Nuestra Señora se sitúan cuatro ángeles pasionistas atribuidos a Luisa Rol­dán de principios del siglo XVIII.

Todo lo anterior se sitúa sobre una magní­fica canastilla dorada que realizó en 1957 el tallista sevillano Manuel Guzmán Bejarano, autor igualmente de los seis candelabros que completan el conjunto y que conforman el espléndido altar itinerante en el que Nuestra Señora procesiona cada Sábado Santo.

En las esquinas del paso se ubican cuatro maniquetas en madera en su color realizadas por Francis Rosado y talladas por Francisco Palos Chaparro.

El faldón-respiradero con bordados de apli­cación en oro, que completa el conjunto fue realizado por Jesús Rosado en 1998.

El exorno floral que adorna el trono de Nues­tra Señora, suele estar compuesto de varie­dad de flores en tonos blancos (rosas, fresias, liliums, astromelias, calas, tulipanes, etc.)

Reseña Histórica

El primitivo título de la Hermandad fue: “Antigua y Notable Confraternidad de Nues­tra Señora de la Soledad”, así aparece nombrada en los ejemplares impresos del pia­doso ejercicio de su novena, de los que se conoce uno sin data pero hecho en la imprenta de la Universidad de Sevilla, y otra también en el Taller de Manuel Nicolás Váz­quez, en calle Génova, que tampoco tiene fecha, pero a ambos puede señalársele la de 1775 y 1780, porque en esos años dieron a luz esas prensas de la capital hispalense numerosos libros.

En el original de un reglamento para régi­men interior y económico de la Herman­dad, aprobado en su Cabildo general de 6 de Junio de 1882, se la titula “Muy Ilustre Her­mandad” y desde que, por comunicación de la Mayordomía Mayor de Palacio, S.M. La Reina Doña Isabel II, de 23 de Noviembre de 1854, se dignó aceptar dicha señora el cargo de Hermano Mayor que se le ofrecía, ante­pone la Hermandad a su título el de REAL; la comunicación referida se conoce a través de una certificacióncuyo borrador se con­serva-, que en 8 de Junio de 1902, librara al Secretario de la hermandad para remitir a la Alcaldía de esta Ciudad, en cumplimien­to del Real Decreto de 19 de Septiembre de 1901. También de la Real Orden anotada se dio traslado al Cabildo de la Ciudad el 29 de noviembre de 1954.

De tiempo inmemorial figura en sus desfiles procesionales el Santo Sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo, en magnífica urna de carey y plata, obra del sevillano Cristóbal de Yepes realizada en 1711 y en él, la impresio­nante escultura del Cristo Yacente, talla referida al siglo XIV-XV; el culto que al mismo se tributaba movió sin duda a la Hermandad a suplicarle del Prelado de la Archidiócesis, que se concediera a la Hermandad tal título también, a lo que benévolamente accedióS. Ilma. el Señor Arzobispo, concediendo su beneplácito para que llevase en adelante el nombre de Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Santo Entierro de Nuestro Señor Je­sucristo y goce de las consideraciones y pree­minencias que por tal título le corresponden, el oficio original de la Secretaría de Cámara, firmado por D. Francisco Cabero en 19 de Ju­lio de 1879, se guarda original. De ese oficio se da lectura en el Cabildo de la Hermandad de 7 de marzo de 1880, al que concurren los demás Hermanos Mayores de las Herman­dades de Penitencia y en reunión que tienen posteriormente en la Sala Capitular con el clero de la Ciudad y autoridades de la misma, acuerdan todos concurrir a la procesión que se organice, teniendo ya en cuenta su nuevo carácter, es en este mismo año cuando se or­ganiza el primer Santo Entierro Magno de la historia de Écija. Con tal motivo, en la tarde del Viernes Santo de 1880, numerosos naza­renos recorrieron las calles de Écija, acom­pañando a las más veneradas imágenes de las hermandades ecijanas. Del cortejo pro­cesional formaron parte los pasos de Niño Perdido, Cristo de la Misericordia, Colum­na y Azotes, Jesús Nazareno (parroquia de San Juan), San Juan Evangelista y Virgen de la Esperanza, Jesús Nazareno Abrazado a la Cruz, Santísimo Cristo de la Exaltación en la Cruz, Santísimo Cristo de la Sangre, Quinta Angustia, Santo Sepulcro y Virgen de la Sole­dad. Y como quiera que de su inventario se comprueba que rendía culto a la Santísima Virgen María en un magnífico grupo escul­tórico del Siglo XV, que la representa con su Divino Hijo ya muerto, en sus faldas, rodeada de los Santos Varones que intervinieron en el descendimiento y con el Discípulo Amado y María Magdalena, rematado este trono, por la Cruz, valiosísima joya, también de carey y plata, propiedad igualmente de la cofradía y también que sacaba procesionalmente una Imagen del Niño Perdido, por ello a las ante­riores advocaciones,se une la de las Angustias y Dulce Nombre de Jesús, en: recordación de esos Dolores de Nuestra Amantísima Madre, que laceraron su corazón al pie de la Cruz y cuando perdió en el templo al Divino Niño y que son invocados en la Corona Dolorosa que se reza en el novenario

Todo lo anterior constituye el título grande v solemne de la Cofradía, que debe ser re­servado exclusivamente para documentos especialísimos y singulares, y por ello, el de uso corriente es el de “Real Hermandad de Ntra. Sra. de la Soledad y Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo”. La sede de la Cofradía fue en esta ciudad de Écija en el Convento del Carmen Calzado de la obser­vancia, cuya fundación data del año 1429. Teniendo en cuenta que las primeras reglas que se conocen fueron aprobadas por Decreto del Señor Provisor del Arzobispado de 15 de Julio de 1573, en el que se la nombra como “cofradía de la Soledad de Nuestra Se­ñora, a esa fecha hay que referir la creación canónica de la Cofradía en el mencionado Convento. Debido a la reciente restauración de Ntra. Señora de la Soledad y tras un ex­haustivo análisis de la documentación exis­tente en el archivo de la hermandad, por parte de miembros del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, se han encontra­do documentos de donaciones a favor de la hermandad en el año 1548. La herman­dad desde sus orígenes tiene su sede en el mismo lugar de su fundación, pese a los distintos avatares históricos por los que ha pasado el primitivo Convento Carmelita, pasando por la desamortización, su uso por los Salesianos y posteriormente con la crea­ción de la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen en el año 1967. Grande debió ser el auge y prosperidad de la Hermandad en sus comienzos, porque sin pasar mucho tiempo desde su fundación decidieron los cofrades edificar capilla propia, contigua al templo conventual y para ello recibieron de Don Alonso de Góngora, la mitad de una capilla que dicen que llamaban de Nuestra Señora de Consolación en el Monasterio de Nuestra Señora del Carmen, con las insignias, lámparas y frontal que tenían y le pertenecían a ellos, por donación de Pablo Aguilar Vargas y lo hicieron constar en escritura de 23 días (ilegible el mes) del año 1609 del Escribano Público Don Alfonso Oreguera y por otra de 14 de Abril de 1698 del protocolo del Escri­bano Público Don Diego Salvador del Cas­tillo, Ana Velasco, viuda, mujer que fue de Juan González Pérez vecina de la ciudad de Écija, en la calle Buxeras, vendió a la her­mandad un cuarto de seis varas de ancho y siete de largo, que linda con la Capilla que se está haciendo a dicha Cofradía y en el que ella tenía su habitación y morada. El es­plendor alcanzado por la corporación hizo necesaria la ampliación y reedificación de la capilla a finales del siglo XVII, enrique­ciéndose en el XVIII con zócalo y pavimento de mármol. La media naranja y camarín de Nuestra Señora de la Soledad fueron cons­truidos en 1776 por el maestro alarife ecija­no Juan Esquivel.

Según testimonio de 1623, esta cofradía era la que tenía el mayor número de hermanos “y es cofradía de gran nombre y mucha devoción e solemnidad, que sale el viernes Santo en la tarde e se celebra con mucha autoridad y pompa”.

No obstante, esta intensa actividad en el or­den material nuestros mayores, no descuidaron lo que hacía relación con el acrecentamiento de gracias y privilegios a favor de sus cofrades y muy singularmente aquellas que podían lucrarse para los difuntos o las que tenían al culto en la capilla de la Santí­sima Virgen de la Soledad.

Nuestro muy Santo Padre Alejando VII por Breve de junio de 1662, que se conoce, por la Licencia que, en 14 de octubre del mis­mo año, concedió el Comisario General de la Santa Cruzada, para que se pudieran pu­blicar y ganar las gracias e indulgencias por aquél Romano Pontífice dispensadas en favor de los Cofrades de la cofradía que confesados y comulgados el día de su entrada en el artí­culo de su muerte invocasen el Nombre de Je­sús, con el corazón, no pudiendo hacer con la boca tal invocación. Y en favor de los Cofrades que, habiendo confesado y comulgado, visita­ran su Capilla y oratorio en el día y fiesta de la solemnidad del Corpus Christi y en los días y festividades del segundo día de Pascua, de

Pentecostés, Natividad de San Juan Bautista, El Santo Ángel Custodio y San Francisco, ro­gando por las intenciones de la Santa Sede y hubiesen tomado la Bula de la Santa Cruzada del año que pretendieran lucrarla.

Y el mismo Romano Pontífice por otro de 14 de Junio de igual año y del que se tiene noti­cia por licencia de publicación de la misma fecha que la anterior, concedió con limita­ción de tiempo, que pudiese sacar ánima de las penas del Purgatorio por cada misa que se dijese en el altar de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, en el día de la Conmemoración de los Difuntos y en los de su octava y en los lunes de cada semana, diciéndoles dichas misas por el alma de los Cofrades que hubiesen sido de dicha Co­fradía; privilegio vuelto a conocer también temporalmente por Breve de 25 de Octubre de 1675 del Muy Santo Padre Clemente X, que se guarda original al igual que la licen­cia de su publicación de 22 de Febrero del siguiente año.

La Capilla propia donde reside, que se en­cuentra enriquecida con magnífico zócalo y mármoles y pavimento de igual clase, debía ya estar terminada al mediar el siglo XVIII, porque el cronista de la Ciudad Don Manuel Ostos y Ostos en sus Alfajores de Écija dice: “Por el año 1761 se construyó a la Virgen del Rosario en Santo Domingo, una suntuosa capilla en la cual, a imitación de la Capilla de la Soledad, en el Carmen Calzado se em­plearon hermosos mármoles rojos, negros y blancos”. Esta “rivalidad” entre ambas her­mandades fue una constante en los siglos XVII y XVIII, hasta el punto de que fueron condenadas, por sentencias del Consejo de Castilla de 1786 y 1789, a abandonar la peni­tencia pública por los grandes “escándalos y excesos” que provocaban. El 10 de enero de 1834 nuestra Hermandad consiguió permiso real para reanudar esta práctica cada Viernes Santo.

Ese siglo XVIII debió ser de gran esplendor para la Cofradía porque a él pueden referir­se: los medallones que se conservan con escenas del Vía Crucis y Evangelistas del paso del Santo Sepulcro (Pedro Duque Cornejo), urna de carey, crestería y pináculos con in­crustaciones de plata, con atributos de la Pasión y remates de azucenas, la Cruz del primer trono procesional, también de carey y plata y los graciosos arcángeles, que van al pie de los candelabros del paso de Nuestra Señora, esculturas llenas de candor atribui­bles a escuela de la Roldana. En la misma época pueden situarse la Corona, ráfagas y media luna de plata de la Virgen de la Sole­dad, piezas de excepcional importancia, las dos interesantes lámparas, de igual metal, decorado, su plato triangular con gallones y ornamentación de rocalla, al igual que los ocho magníficos faroles, todas estas piezas delicadamente labradas y cinceladas y con los punzones de los plateros Aranda, Castro y Gaytán, y la data es indudable, porque la Cofradía obtenía en el Cabildo de la Ciudad de 27 de abril de 1733 autorización para celebrar festejos públicos para ayudarse a costear algunas alhajas preciosas que estaba ejecutando para mayor decencia y cul­to de la Virgen. De esa época se conservan documentos en los que se hace referencia a la realización de distintos trabajos para nuestra Hermandad por parte del insigne escultor Pedro Duque Cornejo.

Nuevamente le fue concedido privilegio singular por S.S. el Papa Pío VII, en Bre­ve de 20 de Septiembre de 1800, de poder celebrar el sábado de la Semana Mayor una misa en el Altar de la Santísima Vir­gen de la Soledad, y también por otro, con la misma data y Romano Pontífice, para cualquier otro sábado, siempre que no coincidiera con feria privilegiada o rito doble de primera o segunda clase, de po­derse hacer en la capilla y altar con rezos y canto propio de Septenario de Dolores, gracias especiales que deben contemplar­se a la luz del nuevo orden litúrgico de la Semana Santa contenido en los Decretos Generales de la Sagrada Congregación de Ritos.

De las primitivas constituciones o reglas de la cofradía, solo se conoce la fecha de su aprobación por el Sr. Provisor del Arzobis­pado, 15 de Julio de 1573, (si bien algunos autores afirman que se conservan algunos capítulos de la misma en el Archivo del Arzobispado Hispalense) y esto porque está referido a la certificación, a que antes se aludió de 8 de Junio de 1902. Las Reglas por las que actualmente se rige la Cofradía fue­ron aprobadas por los hermanos en cabildo general en el año 2015, siendo presentadas a la autoridad eclesiástica ese mismo año, si bien no fueron aprobadas, con algunas modificaciones, hasta diciembre de 2018.

En esta época a caballo entre el siglo XIX y XX la Hermandad le supo imprimir a sus desfiles una solemnidad y lujo extraordi­narios, que atraían a numerosos forasteros que se trasladaban a la ciudad de Écija para contemplar su estación de penitencia, de todo esto se hacía eco la prensa local ecijana; “Esta se abría con la sección de caballería ro­mana, seguido del estandarte de la Real Her­mandad, bastoneros, tres nazarenos con los atributos de la Pasión, Rey David y dos profe­tas, alumbrado y paso de la Quinta Angustia, estandartes de las restantes hermandades de la ciudad, cruces parroquiales (excepto la de Santa María), la Fe, Sibilas, alumbrado del Santo Sepulcro, incensarios, paso del Santo Sepulcro, rodeado de un cuerpo de infantería romana con clarines, nazarenos, Banda Mu­nicipal, coro de ángeles precedidos de San Miguel, La Verónica y tres Marías, cruz pa­rroquial de Santa María, capilla de cantores, Directiva de la Hermandad, paso de la Virgen de la Soledad, preste y diáconos, tribunal eclesiástico, Ayuntamiento bajo mazas, coro­nel de la Remonta, juez y Guardia Municipal”. Esta grandiosidad generaba un considerable desembolso, por lo que la escasez de recursos hacía que estas salidas no fueran anuales, la vida de la hermandad se reducía básicamen­te a los cultos internos, siendo pocos los años en que se efectuaba la estación de penitencia. Hacia la mitad del siglo XX el día de la esta­ción de penitencia se traslada al sábado, tal y como se realiza actualmente.

En el primer tercio del siglo XX hermanos que componían una Junta de Gobierno de la Cofradía, movidos, sin duda, del loable deseo de conocer las gracias y privilegios con que la honraron los Romanos Pontífices, tratar de poner en claro cuánto se relacionase con nuestras Sagradas Imágenes que de antiguo venera la Cofradía y cuanto pudiera rela­cionarse con su capilla propia, entregaron a personas que se decía entendidas en tales menesteres, todo cuanto consideraron inte­resante del archivo de la misma para llevar a cabo las averiguaciones pertinentes.

La desaparición de los hermanos que consti­tuían aquella Junta, tiempos azarosos que su­cedieron después en España y los años trans­curridos, han hecho imposible la localización de los preciados documentos, no obstante, la hermandad conserva un buen número de documentos desde la decimoquinta centuria hasta nuestros días. Es intención de la her­mandad digitalizar y catalogar todos estos

documentos, en cuanto le sea posible, para conservar y estudiar adecuadamente cuanto contienen estos legajos.

Tras unas décadas de letargo en que se vio sumida la hermandad durante una treinte­na de año en las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo XX ,en que eran pocos los hermanos que formaban parte de la misma y pocos los años en que se realizaba la estación de penitencia, llego la década de los ochenta de la misma centuria y un grupo de vecinos del barrio se decide a reavivarla y en pocos años consiguen que de los escasos cincuenta hermanos que quedaban se pase a multiplicar por diez este número y logran actualizar las reglas en 1990. En el año 1998 se le concedió a Ntra. Señora de la Soledad la Medalla de Oro de la ciudad de Écija por parte del Consistorio de la misma, debido a las especiales circunstancias que concurren en nuestra Sagrada Titular y Hermandad. Para ello, presidió en su paso de salida el al­tar de la Procesión del Corpus Christi de ese año instalado en la fachada principal de la Casa Consistorial de nuestra ciudad, a la fi­nalización de la misma, se desarrolló el acto de imposición, donde estuvieron reunidas todas las hermandades de la ciudad. Al año siguiente, 1999 y en conmemoración del Ju­bileo del 2000 se vuelve a organizar el tercer y último Santo Entierro Magno del que tene­mos constancia, el segundo fue en 1937, en acción de gracias.

ORACIÓN AL DULCE NOMBRE DE JESÚS

Dulce niño, que ya Niño,
tu Destino eres Tú,

con tus clavos, tu corona
y el martirio de tu Cruz.

Dulce Niño que, en el Carmen,
bajo la mirada bella
de una Madre que te adora,

empiezas a ser la Estrella
con el que el Cielo se adorna.

Tú no juegas a tus años,
Dulce Nombre de Jesús,
a ser otro o ser algo

que Tú no debieras ser:
que, al momento de nacer

ya supiste del Destino
que debías de tener.

Ruega por mí, Niño Bueno,
vente a jugar con tu Luz
a estos corazones nuestros:

que mi ilusión sea tu Sueño,
que mi amparo sea tu Cruz.

Francisco J. Fernández-Pro y Ledesma

HIMNO DE LA SOLEMNE NOVENA A NTRA. SRA. DE LA SOLEDAD (1775)

I
El sol de justicia espira,
y Vos de su luz Aurora,
Ardéis cual Fénix, Señora,
de amor en la dulce pira.

II
Cual Luna desde la Cruz
a el mundo el Sol os dejó,
pero ciego él no llego
a conocer tanta luz.

III
Del mundo la ingratitud,
sola Vos, Reina suplisteis:
de agradecer sola fuisteis
digna, la común salud.

IV
Creció en vuestra Soledad,
vuestra grandeza a tal grado,
que admiró el más encumbrado
ángel, tanta Majestad.

V
Dichosa pequeña Grey
os hizo fiel compañía,
Sola en Vos ausente el día,
halló luz su fina Ley.

VI
Transformada toda en Dios,
de Dios en Vos redundaban
bienes, que participaban
sin limitación en Vos.

VII
Los que de lejos miramos
tan alta felicidad,
A vos en la Soledad,
Servir, Señora anhelamos.

VIII
Pedid, ó Reina escogida,
nos toque la feliz suerte
de vuestro amparo en la muerte,
a los que os acompañamos en vida.

IX
Sea vuestra Soledad
en nosotros glorificada,
y en vos sea así exaltada
la Divina Trinidad.